TEXTO ANTIGUAO SOBRE ZEN Y COCINA:
Instrucciones a un cocinero Zen por Tenzo Kyokun (1237)
Desde los tiempos antiguos, las comunidades budistas están regidas
por seis administradores, todos ellos discipulos del Buda, cuya misión
es la de guiar conjuntamente los asuntos de la comunidad. El
cocinero encargado de la preparación de las comidas de los monjes,
el Tenzo, ocupa una de estas funciones.
La regla de los monasterios, el Zenonshingi [1] ,
precisa que la función
del tenzo ha sido instituida "porque los monasterios hacen ofrenda
de alimento a un gran número de monjes". Esta responsabilidad
siempre ha sido confiada a maestros iluminados que poseían el espíritu
de la Vía, o a hombres eminentes que aspiraban ardientemente al espíritu
del despertar.
¿Acaso la práctica de la Vía no forma un todo de un
solo acuerdo?. Un tenzo sin el espíritu de la Vía sufriría
en vano al intentar realizar esta abrumadora tarea y no sería de
ninguna ayuda a la comunidad. El Zenonshingi hace hincapié en que "es
porque actualiza el espíritu de la Vía en la variedad y renovación
de los menús apropiados a las estaciones y necesidades que el tenzo
aporta a la sangha el aliento y el bienestar necesario para la práctica".
Ya antes Isan Reiyu [2] y
Tozan Shusho [3] ocuparon este puesto, como tantos otros grandes maestros
y patriarcas a lo largo de los tiempos. Es decir que el tenzo es sensiblemente
diferente de los que día a día
preparan la comida, aunque estos últimos sean encargados o maestros
cocineros en una gran casa.
Durante mi estancia en la China de los Song, he aprovechado mi tiempo libre
para preguntar a los ancianos sobre la naturaleza de las funciones que
ellos habían ejercido en el pasado. Les estoy agradecido por haberme
instruido haciéndome partícipe de sus experiencias. Sus enseñanzas
son la médula que desde los tiempos antiguos se transmiten los maestros
y patriarcas que han realizado la Vía. Por supuesto, es preciso leer
con atención el Zenonshingi, pero también es importante escuchar
a los antiguos relatar su experiencia sin perder el menor detalle.
Quisiera
ahora seguir el desarrollo de las actividades de un tenzo durante veinticuatro
horas. Tras haber terminado la comida del mediodía,
el tenzo busca al intendente que le entrega cereales, legumbres y otros
productos para la comida del día siguiente. Una vez que estos productos
están en vuestras manos, debéis cuidarlos como a la niña
de vuestros ojos. Acaso no dijo el maestro zen Honei Nin´yu : "los
objetos y los bienes de la comunidad que utilizáis cotidianamente
son la niña de vuestros ojos, protegedlos y cuidad de ellos." Tratad
los alimentos con el mismo respeto con el que trataríais a los destinados
a la mesa del emperador. Tened los mismos miramientos para con todos
los alimentos, cocidos o crudos.
Después, todos los administradores se reúnen en la cocina
para establecer los menús del día siguiente tras deliberar
sobre la elección de sabores y la preparación de los platos:
legumbres de acompañamiento, sémola y otros platos. El Zenonshingi
es muy claro en este punto: "Antes de decidir
los menús del
día siguiente, sabores, legumbres y cereales, el cocinero debe consultar
a los administradores del monasterio." Se trata de los jefes de
los seis departamentos que se reparten la administración del monasterio:
el director (tsusu), el asistente del director (kansu), el tesorero (fusu),
el supervisor de la conducta de los monjes (ino), el cocinero (tenzo)
y el jefe de trabajos (shissui). Cuando se han tomado las decisiones,
los menús deben ser expuestos en los paneles situados frente a la
habitación
del superior y frente a la habitación de los monjes.
Una vez hecho esto, el tenzo inicia la preparación de la comida
del día siguiente. Cuando lavéis el arroz o las legumbres,
hacedlo con vuestras manos, en la intimidad de vuestra propia mirada, con
diligencia y conciencia, sin que vuestra atención se relaje un solo
instante. No seáis cuidadoso para una cosa y negligente para otra.
Procurad que ni una sola gota del océano de los méritos se
os escape. No perdáis la ocasión de agregar vuestro grano
de polvo a la cima de la montaña de los actos benéficos.
El
Zenonshingi dice: "si los seis sabores [4] no
están en armonía
y las Tres Virtudes [5] están ausentes, ese plato no es digno de ser
presentado ante la sangha".
Cuando limpiáis el arroz, ved también la arena. Cuando echáis
la arena, ved también el arroz. Si vuestra
mirada va y viene escrutando minuciosamente los detalles, sin que vuestro
espíritu se relaje, automáticamente
las tres virtudes estarán presentes en toda su plenitud y los seis
sabores se desarrollaran por si mismos.
Un día que estaba lavando el arroz, el maestro le pregunto: "¿Quitas la arena del arroz, o quitas el arroz y dejas la arena?"
Seppo le respondió: "Hago las dos cosas al mismo tiempo."
"¿Entonces que van a comer nuestros monjes?" preguntó Tozan.
Como respuesta, Seppo volcó el cubo. [8]
Tozan le dijo: "¡Llegara el día en que partirás a la búsqueda de otro maestro!".
He aquí como practicaban
antiguamente nuestros grandes antepasados: ellos dominaban la Vía
trabajando con las manos. ¿Cómo nosotros, sus lejanos descendientes,
podemos ser tan negligentes en nuestra práctica?. Un maestro ha
dicho: "Remangándose
es como el tenzo realiza el espíritu de la Vía".
Tened cuidado de no confundir un grano de arroz con un grano de arena
y lo dejeis escapar.
El Zenonshingi nos dice: "Durante la preparación de la
comida el tenzo, debe cuidar perfectamente de la perfecta limpieza de
todas las cosas." No vertáis de cualquier manera el agua que ha lavado
el arroz. Los antiguos utilizaban un saco de tela para filtrar el agua
antes de tirarla. Tras poner el grano en la marmita y agregar la cantidad
exacta de agua, no relajéis vuestra vigilancia, porque nada debe
venir a contaminarlo, ni un ratón por descuido, ni la mirada curiosa
de un ocioso.
Tras esto el tenzo prepara las legumbres que acompañan la guen mai
de la mañana y guarda los utensilios y recipientes que han sido utilizados
para cocer el arroz y la sopa de la comida del mediodía. Verificad
su absoluta limpieza y colocad en alto lo que esté hecho para estar
arriba y abajo lo que esté hecho para ir abajo. Cada cosa encontrará la
paz y el equilibrio en el lugar que le conviene, tanto arriba como abajo.
Separad los palillos, cucharones y otros instrumentos y guardad junto lo
que va junto. Prestad atención a las cosas, no las tiréis
de cualquier manera.
Ahora el tenzo se consagra a la preparación de la comida del día
siguiente. Examina el arroz, quitando cuidadosamente insectos, granos, piedras
y otras impurezas y limpia las legumbres. Durante estas operaciones, su
asistente canta un sutra como ofrenda al espíritu guardián
del horno. Tras esto prepara las legumbres de acompañamiento y la
sopa, verificándolo todo con sumo cuidado.
Cuando el intendente os da las provisiones, no debéis discutir sobre
la cantidad, grande o pequeña, ni examinar la calidad, fina o basta.
Solamente aplicaros de todo corazón en tratarlas de la mejor manera
y en sacar de ellas el mayor partido posible. Nada es mas abominable que
dejarse llevar por la cólera o por la alegría al considerar
la cantidad o calidad de los productos. Practicar con ardor y diligencia
es hacerlo de manera que día y noche las cosas entran en vuestro
espíritu y que vuestro espíritu vuelve a las cosas, sin discriminación,
con el mismo espíritu.
La preparación de los productos necesarios para la confección
de los platos del día siguiente se hace antes de media noche y después
de media noche el tenzo se consagra a la cocción. Tras la comida
de la mañana, lava las marmitas, pone a cocer el arroz y hace la
sopa. Cuando vertáis el arroz en la marmita, debéis quedaros
cerca del fregadero y vigilar personalmente que ningún grano se pierda
y que la cantidad de agua sea la prescrita. encended el fuego y hacedlo
cocer. Un viejo refrán dice: "Que la marmita
sea vuestra propia cabeza y el agua que cuece el arroz, la sangre que da
vida a vuestro cuerpo".
Una vez que el arroz está cocido, lo vertéis en recipientes
de bambú o de madera que disponéis sobre una mesa. Evidentemente
hay que prever la cocción de las legumbres y de la sopa mientras
que el arroz está cociendo. El tenzo debe estar presente durante
la cocción de los platos y vigilar su desarrollo. Aunque disponga
de asistentes, servidores, de mano de obra para el fuego y la vajilla o,
como recientemente en los grandes monasterios, especialistas encargados
de la cocción del arroz y de las sopas, aunque estas funciones no
hayan existido en los tiempos antiguos, el cocinero debe saber que todo
este personal está bajo sus ordenes y que él es el único
responsable de todas las actividades de la cocina.
Cuando cocinéis no miréis las cosas ordinarias con una mirada
ordinaria, con sentimientos y pensamientos ordinarios. Con esta hoja de
legumbre que tenéis en vuestras manos construid una maravillosa morada
de buda y haced que este ínfimo grano proclame su ley.
Dicho de otra
manera, si preparáis un pobre caldo de hierbas silvestres, que no
os inspire ningún sentimiento de disgusto o de desprecio, y si elaboráis
un rico y cremoso potaje, que vuestro corazón no salte de alegría;
donde no existe apego, ¿cómo ha de haber hostilidad?. Así,
cuando tenéis que ocuparos de una materia basta no la tratéis
sin miramientos, mostrad hacia ella la misma diligencia y atención
que mostraríais hacia un objeto precioso. Es importante que vuestro
espíritu no cambie según la calidad del objeto. Si vuestro
espíritu depende de las cosas, es como si cambiárais de actitud
y de lenguaje según la calidad de la persona que os encontráis.
Un comportamiento semejante no es el propio de una persona que practica
la Vía.
Si vuestra determinación es profunda y encamináis todas vuestras
energías hacia la Vía podríais alcanzar la suprema
pureza de los antiguos y sobrepasar a vuestros antecesores llevando vuestro
trabajo a la perfección hasta en el mínimo detalle. ¿Cómo
negociar la Vía para alcanzar este objetivo?
Pues bien, si los antiguos
por dos cuartos hacían un caldo de hierbas silvestres, vosotros con
dos cuartos elaborad un suculento potaje. Vaya, ¡qué difícil
es la tarea!. Las condiciones de hoy en día están tan alejadas
del pasado como la distancia que separa el cielo de la tierra, ¿cómo
podríamos siquiera compararnos a los maestros del pasado? Sin embargo,
aplicándonos sin escatimar esfuerzos, no hay razón para no
hacerlo tan bien o mejor que ellos. Si esto no os parece evidente, es que
todavía no habéis clarificado suficientemente vuestro espíritu.
Vuestros dispersos sentimientos galopan como un caballo salvaje y vuestras
emociones saltan de rama en rama como un mono.
Sin embargo, cuando estos
fogosos y dispersos pensamientos retroceden y se vuelven sobre sí mismos,
aunque no sea más que por un instante, nuestra naturaleza original
aparece automáticamente y todas las cosas son iguales y armoniosas.
Así es como dirigimos las cosas en lugar de ser dirigidos por ellas.
Un espíritu aclarado y tranquilo no es ni tuerto ni ciego y abraza
todos los aspectos de la realidad. La hoja de legumbre que tienes en la
mano se convierte en el cuerpo sagrado de la última realidad y este
cuerpo que tienes en la mano se vuelve simple legumbre. De la práctica
de este maravilloso poder de transformación, propia de la actividad
del buda, se benefician todos los seres.
La comida está preparada, ved que todo esté en orden y aseguráos
que reposa tranquilamente. Cuando suene el tambor o la campana, uníos
a la sangha en el dojo. Mañana y noche, no debéis nunca faltar
a zazén ni a la enseñanza del maestro.
Cuando volváis a vuestro cuarto, cerrad los ojos y contad el número
de monjes, novicios y antiguos que residen en el dormitorio de los monjes.
Agregad aquellos que viven en las edificaciones próximas o están
en la enfermería. Pensad en los pabellones de los monjes retirados.
No olvidéis a los que acaban de llegar y que aún no forman
parte de la sangha, los visitantes de paso y las ermitas. Algunos monjes
pueden estar temporalmente ausentes. Si tenéis la más mínima
duda sobre el número exacto, preguntad al asistente del director,
al supervisor de los monjes y a los responsables de los dormitorios,
residencias y pabellones o hablad con sus asistentes.
Una vez que habéis establecido el número preciso de comidas,
os hace falta ahora calcular la cantidad de comida necesaria. Para cada
comensal preved una ración de arroz, pero cuando dividís una
ración por dos, obtenéis dos raciones. O tres si dividís
por tres. O cuatro si dividís por cuatro. También podéis
dividir media unidad por dos y obtenéis dos medias unidades y cuando
sirváis el arroz, un cuarto de unidad será una ración.
Por otro lado, si servís nueve décimas partes de una unidad,
ved cuanto os queda; y si ahora guardáis en reserva nueve décimas
partes, calculad cuantas décimas partes podréis servir.
Cuando un monje come un grano de arroz de Luling (arroz de la mejor calidad)
ve a Isan Reiyu. Cuando el cocinero sirve un grano de arroz de Luling, ve
al búfalo. [9] El búfalo se come a Isan Reiyu e Isan Reiyu hace
pastar al búfalo. ¿Estáis seguro de vuestras cantidades
y del número de comidas a servir? Verificadlo una vez más,
paso por paso. Una vez que todo está claro en vuestro espíritu
y que distinguís perfectamente todos los pormenores, dad las instrucciones
apropiadas y en el momento oportuno guiad a los otros en la Vía adaptándoos
a las facultades de cada uno. Esta práctica, esfuerzo tras esfuerzo,
día tras día, no debe jamás relajarse.
Cuando un benefactor visita el monasterio y hace una ofrenda (fuse) en
comida, debéis decidir sobre el fuse junto a los otros administradores.
Esta regla ha sido observada siempre en los monasterios zen desde los tiempos
antiguos. Sucede lo mismo con la distribución de todos los bienes
destinados a la comunidad. Si no queréis que el desorden reine en
donde estáis, no usurpéis derechos ajenos.
Ahora, en el momento que la comida está en las bandejas y a punto
de servirse, el tenzo viste el kesa [10] y despliega su zagu. [11] Enciende
una varilla de incienso como ofrenda y se prosterna nueve veces en dirección
del cuarto de los monjes. Tras esto, hace llevar las bandejas al cuarto
de los monjes en donde se sirve.
Este es el desarrollo de la vida de un tenzo que consagra su atención
a la preparación de la comida, sin perder el tiempo en cosas inútiles.
Si vuestras actividades son auténticas y actuáis por el bien
de los demás, todo lo que realicéis alimentará el cuerpo
de la última realidad. En contrapartida, nuestra gran sangha sentirá un
bienestar apaciguador y gustará de practicar.
Hace ya siglos que las enseñanzas del buda fueron llevadas a Japón
y sin embargo todavía nadie se ha interesado por el método
de preparación de la comida de los monjes. Nuestros antepasados no
han dejado ninguna consigna sobre el tema y nuestros sabios predecesores
no han incluido este capítulo en su enseñanza. Ni que decir
tiene que nadie jamás ha hecho mención de las nueve prosternaciones
antes de servir la comida. Ni en sueños ha pensado alguien en ello
alguna vez. Me parece que en nuestro país la gente no le da más
importancia a la comida y a su preparación que la que le puedan dar
los animales de pelo y pluma. ¡Es del todo deplorable!, ¿por
qué sucede esto?
Cuando estaba en China, durante mi estancia en el monasterio del monte
T´ien T´ung, encontré a un monje llamado Yung. Originario
de la región del mismo nombre, era el tenzo en este monasterio. Un
día tras la comida, cuando me dirigía hacia el pabellón
de reposo a través de la galería Este, lo vi secando champiñones
frente a la Sala del Buda. Tenía una vara de bambú en las
manos y no llevaba sombrero. El tórrido sol quemaba el suelo. Iba
y venía chorreando sudor, volteando una y otra vez los champiñones
con toda su alma. Era un trabajo ingrato y abrumador. Su espalda estaba
tensa como un arco y sus blancas cejas parecían un penacho. Me acerque
a él y le pregunte:
"¿Qué edad tenéis?".
"Sesenta y ocho años."
"¿Por qué no le pedís a un sirviente que haga esta tarea?"
"Porque aquello que hace otro no lo puedo hacer yo."
"Veo que os ceñís a la regla de los antiguos, pero ¿por qué hacer esta tarea bajo el ardiente sol?"
"¿Dejarlo para más tarde?, ¿para cuando?"
Ya no sabía qué más decirle. Continué mi camino
a lo largo de la galería pensando en lo que acababa de decirme el
cocinero. Sus palabras me habían tocado el punto sensible y, en el
fondo, presentía el gran alcance de esta función.
Llegamos a China a mediados de abril de 1223, pero me quedé algún
tiempo a bordo del barco en el puerto de Ch´ing Yüan. Un día,
a principios de mayo, mientras conversaba con el capitán, se presentó un
monje. Tenía unos sesenta años. El objeto de su misión
era comprar champiñones directamente a los comerciantes japoneses
que estaban a bordo. Le invité a tomar el té y le pregunté de
donde venía. Me dijo que era el tenzo del monasterio del monte Ayüwang.
"Soy oriundo de la provincia de Szechwan, pero dejé mi pueblo hace cuarenta años y ahora tengo sesenta. Durante todos estos años, he viajado de un monasterio a otro, sin establecerme en ningún sitio hasta el año pasado cuando encontré a Koun Doken, el superior del templo Ku-yün del monte Ayüwang. Vine a visitarle y me quedé cerca de él, descubriendo que hasta ese momento no había hecho más que perder mi tiempo. Al final del Ango (retiro de verano) se me encomendó ser tenzo. Mañana celebramos el quinto día del quinto mes lunar y he visto que no tenía nada bueno para ofrecer de comida. He pensado en hacer una sopa de tallarines, pero no tenía champiñones. Por eso he venido aquí con propósito de comprarlos. Así podré hacer una ofrenda a todos los monjes de las diez direcciones."
"¿Cuándo salisteis del monasterio?"
"Esta tarde después de comer."
"¿A que distancia está el monte Ayüwang?"
"Quince o veinte kilómetros."
"¿Cuándo debéis partir?
"En cuanto haya comprado los champiñones."
"Nuestro encuentro de hoy en el barco se ha debido a circunstancias fortuitas que nos han permitido conversar un momento. ¿No es esto un presagio? Os lo ruego, permitidme invitaros a pasar la noche a bordo."
"Debo volver al monasterio para preparar la comida de mañana. No estaría bien si no vigilara yo mismo la cocina."
"¡En ese gran monasterio seguramente habrá alguien capaz de cocinar! Seguramente podran prescindir de un cocinero sin que haya un disgusto."
"Esta función ha sido confiada a este viejo. Digamos que es mi práctica de viejo. ¿Cómo podría delegar en otra persona? Por otro lado, no he pedido autorización para pasar la noche fuera del monasterio."
"Vuestra edad merece una consideración, ¿por qué no os consagráis solamente a la práctica de zazen o al estudio de las palabras de los antiguos maestros, en lugar de afanaros tanto como cocinero, sin hacer más que trabajos manuales?. ¿Qué provecho sacáis de ello?"
El cocinero se hecho a reír y me dijo:
"Mi buen amigo que venís del extranjero, ¡todavía no habéis comprendido lo que significa la práctica de la Vía y aún no sabéis lo que quieren decir las palabras y las letras !"
Su inesperada respuesta me lleno de confusión y de vergüenza y le pregunté: "¿Qué queréis decir con "las palabras y las letras" y que entendéis por "la práctica de la Vía"?"
"Sí no titubeáis en estas preguntas esenciales, os convertiréis seguramente en un hombre de la Vía."
En ese preciso momento, era incapaz de comprender lo que quería decir, y agregó:
"Si no comprendéis, venid un día a verme al monte Ayüwang, examinaremos más de cerca la naturaleza de las palabras y las letras. Se hace tarde, el sol pronto se pondrá, debo darme prisa en regresar."
Se levantó y partió apresuradamente hacia el monasterio.
En julio del mismo año, mientras permanecía en el monasterio
del monte Tien-t´ung, recibí un día la visita del cocinero
del monte Ayüwang. Me dijo:
"Voy a dejar mi función al final del Ango y tengo la intención de volver a mi región. Cuando supe que estabais aquí, pensé en venir a saludaros."
Estaba encantado de volver a verle y le acogí con alegría. Tras hablar de unas cosas y otras dirigí la conversación a la discusión que habíamos entablado a bordo del barco en relación con las palabras y las letras y con la práctica, y me dijo:
" Una persona que estudia las palabras y las letras debe saber lo que es una palabra o una letra y aquel que se consagra a la práctica de la Vía debe comprender lo que quiere decir practicar."
"¿Qué entendéis por "las palabras y las letras"?"
"Uno, dos, tres, cuatro, cinco."
"¿Qué es la práctica de la Vía?"
"No se esconde ningún tesoro en el universo."
Tras esto hablamos de otros temas que ya no es necesario mencionar aquí.
Si adquirí algún conocimiento sobre las palabras y las letras
y comprendí un poco lo que es la práctica de la Vía,
fue gracias a la benevolencia de este cocinero.
Cuando le conté esta conversación a mi añorado maestro
Myozen, derramó lagrimas de gratitud.
Más tarde, entre mis lecturas, encontré esta estrofa que
Setcho Juken había escrito dirigida a un monje:
¿Una palabra, siete, tres o cinco, [12]
para captar la verdad de las miríadas de formas del Universo?
No os fiéis de ellas.
En la noche profunda,
la luna brillante ilumina el vasto océano.
La joya del dragón negro que buscáis
está aquí y allí, por todas partes.
Leyendo este poema, me vino a la mente la conversación que había
tenido el año anterior. Lo que expresaba Setcho Juken se correspondía
exactamente con lo que me había dicho el cocinero. Esta estrofa venía
a confirmar mi sentimiento de que el tenzo de Ayüwang era verdaderamente
un hombre de la Vía.
Así es como he llegado a ver el sentido de "uno, dos, tres,
cuatro, cinco", y como ahora he captado también el de seis,
siete, ocho, nueve, diez. Vosotros, mis hermanos de las generaciones futuras,
aplicaros en ver desde aquí lo que está allí, y desde
allí lo que está aquí y paladeareis más allá de
las palabras el sabor único del zen. Por el contrario, si no hacéis
este esfuerzo, seréis las victimas del veneno de la dualidad y gustareis
del zen de los cinco sabores que os impedirá preparar con corazón
y talento el alimento de la comunidad.
Realmente, la función de tenzo concretiza la transmisión
de los antiguos. Es a la vez el ojo y la oreja, la palabra y el sentido. ¿Cómo
no habría de ser ella el centro de la diana, el corazón de
la práctica?. Si sois dignos de vuestro nombre de tenzo, vuestro
arte y vuestro espíritu son idénticos. En el Zenonshingi se
dice: "aportad todos vuestros cuidados a la preparación de
las dos comidas diarias, velando tanto por la cantidad como por la calidad.
Ninguna de las Cuatro Ofrendas -alimento, ropa, lecho y medicina - debe
faltar jamás. El venerado Shakyamuni nos ha ofrecido el fuse de veinte
años de su vida a nosotros, sus lejanos descendientes, para protegernos.
Gracias al mérito de su acto, gozamos de la ayuda de su inextinguible
luz. Sabed pues servir de la mejor manera a la comunidad sin temer jamás
a la pobreza. Si vuestro espíritu no conoce límites, vuestra
parte de bienestar es inextinguible". Con este mismo espíritu
el superior de un monasterio debe servir a la comunidad.
Lo esencial en el arte de la cocina es tener una actitud de espíritu
profundamente sincera y respetuosa hacia los productos y el tratarlos sin
juzgarlos por su apariencia, ya sea basta o refinada. ¿No os acordáis
de la anciana que obtuvo infinitos méritos por haber ofrecido al
buda con un corazón puro el agua con la que había lavado su
arroz?. Pensad en el rey Ashoka, que en el instante de morir ofreció medio
mango a un monasterio. Plantando esta última raíz de bien,
recibió la predicción de que recolectaría los frutos
en su próxima existencia. El lazo que creamos con el buda no va en
función de la grandeza de la ofrenda, sino de la autenticidad de
nuestro corazón. Nuestra práctica quiere que seamos verdaderos
en todos los actos de nuestra vida.
Un plato preparado con ricos ingredientes no es necesariamente superior
ni un cocido de humildes legumbres es necesariamente inferior. Cuando
cojáis
o preparéis vulgares plantas silvestres, hacedlo sinceramente, con
todo vuestro corazón y tratadlas con tantos miramientos como trataríais
a los productos mas raros. El vasto océano tiene un único
sabor a pesar de recibir el agua de innumerables ríos y el vasto
océano de la naturaleza original no hace discriminaciones entre los
sutiles sabores de un delicado plato y el gusto grosero de un cocido
de hierbas silvestres. De igual manera, cuando hacéis crecer el germen
de la Vía y alimentáis al embrión sagrado, comidas
refinadas o vulgares tienen un solo sabor. Hay un viejo adagio que dice: "La
boca de un monje es como un horno". Recordad que una planta silvestre
puede alimentar al sagrado embrión y hacer crecer el germen de la
Vía. No la rechacéis con desprecio ni la tratéis a
la ligera. Un "instructor y guía de dioses y hombres" [13] debe
saber sacar partido de una simple legumbre.
Por otro lado, no juzguéis las cualidades y los defectos de los
miembros de la comunidad y no tengáis en cuenta su ancianidad o su
edad. Puesto que ignoráis vuestro propio porvenir, ¿cómo
podríais augurar el de los demás?. Sí medís
las faltas de los demás tomando como norma vuestras propias faltas, ¿cómo
no cometeríais errores?. Los hombres difieren en edad y facultades,
pero son todos iguales sobre la Vía. Por otro lado puede que el que
actuó mal ayer, actúe bien hoy. ¿Qué es un santo? ¿Qué es
un hombre ordinario? Nadie lo sabe. Se dice en el Zenonshingi que un monje
no es ni santo ni hombre ordinario, abraza las diez direcciones. Si estáis
firmemente resueltos a no permanecer en la dualidad del bien y del mal entraréis
directamente en la Vía de la incomparable sabiduría del despertar,
pero si tropezáis en el uno o en el otro no veréis la Vía,
incluso aunque esté ante vosotros. Aplicándose en no discriminar
es como se alcanza los huesos y la médula de los antiguos maestros.
Vosotros, mis hermanos que ejerceréis la función de tenzo
en el futuro, realizaréis también el despertar haciendo el
mismo esfuerzo. Sabiendo que nuestro gran antepasado Hyakujo Ekai os ha
dejado una línea de señales para guiaros en la Vía ¿cómo
podríais ignorarlas?
A mi vuelta a Japón, colgué mi bastón de peregrino
durante dos o tres años en Kennin-ji. Si bien es cierto que existía
una función de tenzo en este monasterio, el titular de este cargo
no tenía nada que ver con un auténtico tenzo digno de este
nombre. ¡Incluso ignoraba que la cocina era una actividad de Buda!
No sabiendo discernir la Vía, ¿cómo habría podido
entregarse a la práctica? ¡Es una lastima que no hay podido
nunca tener la oportunidad de ver en acción un auténtico tenzo!.
Es del todo deplorable desperdiciar así su tiempo y reducir a la
nada su práctica haciéndolo de forma chapucera.
Observé a este monje en el ejercicio de sus funciones. No velaba
personalmente por la preparación de las dos comidas cotidianas y
para todo se remitía a un estúpido, descerebrado e indiferente
sirviente. Daba órdenes, fuera el asunto de importancia o no, pero
jamás verificaba la ejecución del trabajo, como si el hacerlo
fuera tan vergonzoso o inconveniente como mirar a la mujer del vecino. Pasaba
su tiempo en su habitación, durmiendo, hablando con los vecinos,
leyendo o cantando sutras. Pasaban los días y los meses sin que se
arrimara jamás a una cacerola. Ni que decir tiene que no entraba
dentro de sus cálculos el proveerse de los productos necesarios y
todavía menos el prever un menú. ¿Cómo hubiera
podido saber que estas actividades son en sí la práctica de
la Vía? Jamás le había venido a la mente, ni en sueños,
el prosternarse nueve veces antes de hacer llevar los platos al comedor.
Ignorando él mismo estas cosas, ¿cómo hubiera sido
capaz de formar jóvenes alumnos? Esta deplorable situación
me entristeció profundamente. He aquí como se comporta un
hombre que no tiene el espíritu de la Vía porque no ha tenido
la suerte de encontrar un verdadero maestro; entra en una montaña
de piedras preciosas y vuelve a su casa con las manos vacías; penetra
en un océano de gemas y vuelve sin un adorno precioso.
Sí aún no tenéis el espíritu del despertar,
es importante que sepáis que realizaréis la Vía practicando
con un maestro que haya realizado él mismo su verdadera naturaleza
original. Sin embargo, si aún no habéis encontrado a esta
persona pero en vosotros hay una profunda determinación de producir
el espíritu del despertar y ponéis todo vuestro corazón
en vuestro trabajo, realizareis también la Vía. Claro está que,
si ninguna de estas condiciones se cumple, no esperéis ningún
beneficio.
En todos los monasterios donde he estado en la gran China de los Song,
he observado que los administradores y sus adjuntos eran nombrados para
su función por un año. No obstante, en todo momento y bajo
toda circunstancia sus comportamientos manifestaban las tres líneas
de conducta que se exigen al superior de un monasterio: por un lado trabajan
para el bien de los demás, obteniendo así un doble provecho,
para ellos mismos y para los demás; por otro, realzan el prestigio
del monasterio por la nobleza de su espíritu a semejanza de los antiguos;
finalmente rivalizan con los grandes maestros del pasado siguiendo sus pasos
y su ejemplo. Sobre esto, quisiera que comprendiérais bien que aquel
que no tiene en cuenta a los demás es un tonto y que aquel que considera
a los demás como a si mismo es un sabio. Antiguamente un maestro
dijo:
Habéis finalizado dos tercios de vuestra vida,
Sin jamás haber hecho brillar la menor parcela de vuestra alma.
Insaciables, devoráis vuestra vida corriendo tras futilidades.
¿Qué puedo hacer por vosotros, si ni siquiera volvéis la cabeza cuando os llamo?
Sabed que os arrastrarán vuestras emociones si no veis a este buen
amigo. ¡Sería deplorable que fuérais como ese estúpido
hijo prodigo que lleva con él el tesoro que le ha dejado su padre
y que lo deja de lado, como si fuera un montón de desperdicios!.
Es preciso que no os pase esto. Todos los hombres de la Vía que en
el pasado han ejercido la función de cocinero han mostrado que sus
actividades y sus valores espirituales estaban en perfecta concordancia.
Isan Reiyu alcanzó el despertar cuando era cocinero. Fue también
el cocinero Tozan Susho quien, cuando estaba pesando el sésamo, respondió a
un monje que le preguntaba sobre el buda: " ¿El buda? ¡Tres
libras de sésamo!"
¿Existe algo más precioso que la realización de la
Vía? ¿Hay algún momento más grande que aquel
del despertar? Para el que aspira ardientemente a la realización
de la Vía y que se entrega a la práctica, un puñado
de arena se convierte en un tesoro, y una imagen de buda que está esculpiendo,
un objeto de veneración. La historia ha dejado numerosas experiencias
de este tipo. Ciertamente, esta acciones son meritorias pero, ¡cuanto
más benéficas son si cabe las actividades de un cocinero,
que hayan podido serlo las de nuestros grandes predecesores! Si lleváis
vuestra tarea exactamente en el puro espíritu que ellos nos han transmitido, ¿cómo
podríais dejar de igualar su perfección en la Vía?
La función de jefe o de responsable cualquiera que sea el dominio
de la actividad, incluido el de tenzo, requiere tres cualidades: alegría
de vivir, benevolencia y grandeza de espíritu.
Alegría de vivir, significa que estáis contentos de hacer
vuestro trabajo. Pensad que si hubiérais nacido en el reino de los
dioses, seríais acaparados por tantas alegrías y tantos placeres
que no tendríais tiempo ni ocasión de suscitar en vosotros
el espíritu del despertar y aún menos de practicar; ni siquiera
tendríais la oportunidad de preparar la comida que ofrecéis
a los Tres Tesoros (Sambo) [14], ¡y sin embargo son el bien más
precioso del Universo! Los Tres Tesoros son incomparables en excelencia,
ni el rey de los dioses ni el soberano del mundo se le podrían comparar.
El Zenonshingi dice sobre los monjes: " Respetados
y honrados viven tranquilamente apartados de los asuntos del mundo; no
siendo mancillados por la creación de objetos del pensamiento, son
la excelencia de la humanidad".
No solamente tenéis la suerte de pertenecer a la especie humana
sino que además tenéis el honor y el privilegio de alimentar
a los Tres Tesoros para el bien de todos los seres. ¿No es un magnífico
karma? ¿Cómo no estar totalmente contento?. Imaginad que hubierais
nacido en otro mundo, como el de los infiernos, o el de los espíritus ávidos,
o el de las bestias, o el de los demonios, o en cualquier otra situación,
que no os permitiera ver y entender la Vía. Imaginad que incluso
habiendo vestido el milagroso hábito del monje, no estéis
en estado de preparar correctamente las comidas de los Tres Tesoros, porque
vuestro espíritu y vuestro cuerpo, receptáculos de sufrimiento,
están entorpecidos por el doloroso destino que os aflige. Ya que
esta vida os permite cocinar, sed felices de vivir esta vida y alegráos
de ser lo que sois. Vuestro excelente karma es fuente de inalterables méritos
por kalpas y kalpas. Ojalá podáis, por vuestro trabajo y
vuestra aplicación, día a día, en cada momento, venir
en ayuda de todos los seres del universo y utilizar vuestro cuerpo que es
el fruto de miríadas de vidas para crear buenos lazos kármicos.
Sí consideráis todas las cosas en este espíritu, vuestro
corazón rebosará alegría. Incluso aunque fuérais
el soberano del mundo, si no preparárais las comidas ofrecidas a
los Tres Tesoros, no sacaríais ningún provecho y todos vuestros
esfuerzos serían en vano.
La benevolencia es el sentimiento de un padre o de una madre hacia su hijo.
Cuando pensamos en los Tres Tesoros experimentamos este mismo sentimiento.
Aunque los padres sean pobres o estén incluso en la miseria, tan
grande es su ternura como atentos sus cuidados. ¿Cómo explicar
este sentimiento? El que no tiene hijos no puede comprenderlo, es preciso
que uno mismo sea padre para sentirlo. Un padre no considera a su hijo en
términos de pérdida o de provecho, piensa antes que nada en
criarlo bien. Despreciando su confort personal le abriga del frío
y le protege del sol. La ternura de los padres es el colmo de la benevolencia.
Aquel que ha alcanzado el espíritu del despertar conoce este sentimiento
y solo aquel que lo practica puede sentirlo. ¿Acaso cuando tenéis
en vuestras manos el agua o el grano, no los veis con la tierna y amante
mirada de una madre que cuida de su hijo? Nuestro gran maestro Shakyamuni ¿nos
habría hecho el don de veinte años de su vida si no se hubiera
inclinado sobre nosotros con la tierna atención de un padre que no
busca obtener resultados ni hacer fortuna?
La grandeza de espíritu es grande como una montaña, vasta
como el océano. Es un espíritu sin ideas recibidas o partidarias.
No se alegra cuando solo hay un ligero peso a llevar, ni se aflige por
levantar un gran peso. Incluso cuando escucha la llamada de la primavera,
no salta de alegría entre el rocío y si contempla los colores
del otoño,
no derrama melancólicas lagrimas. Un paisaje incluye las vicisitudes
de las cuatro estaciones, como el peso incluye el gramo y la libra. Un
gran espíritu engloba la totalidad de los componentes. Así,
de esta manera, hay que escribir, comprender y profundizar la palabra
grande. Si Kazan Zenne, [15] cocinero del monasterio del monte Chia, no hubiera comprendido la palabra
grande, no habría estallado en risas al escuchar
el sermón
de Taigen Fu [16] y este último no hubiera realizado el despertar.
Si la palabra grande no hubiera sido inscrita en el espíritu del
maestro Isan Reiyu, no habría soplado tres veces sobre la ramita
de madera que había recogido. Sí el maestro Tozan Shusho hubiera
ignorado la palabra grande, no habría respondido: "¡Tres
libras de sésamo!" al monje que le preguntaba sobre el buda.
Es esencial que sepáis que nuestros grandes maestros del pasado han
profundizado la palabra grande bajo toda clase de circunstancias. Cada
uno, libremente, lo ha gritado con fuerte voz, ha expuesto el gran principio,
realizado el gran asunto y formado grandes hombres. Han completado a
los seres llevándolos al despertar. Aunque seáis superior
de un monasterio, encargado de una función o simple monje, no olvidéis
actuar siempre con alegría, benevolencia y grandeza de espíritu.
He escrito este texto para legarlo a los sabios de las generaciones futuras
que estudiarán la Vía.
Redactado en la primavera del año 1237, por el monje Dogen que transmite
la ley desde la función de superior del monasterio Kannondôri
Kôshôhôrin-ji.
NOTAS/GLOSARIO:
[1].
Zenonshingi: Obra que contiene la regla relativa a la vida de un monje
en un monasterio zen. Escrita por el maestro Hyakuyo Ekai , está todavía
vigente.
[2] Isan Reiyu (o Guishan Lingyu): Dejó a su familia a los quince años para hacerse monje. Tras recibir la ordenación, a los veintitrés años parte en peregrinación y se detiene en el monasterio del maestro Hyakujo Ekai, donde permanece veinte años como tenzo, llegando a ser su discípulo principal y sucesor. Hyakujo Ekai le encarga partir al monte Kuei-shan, donde Isan Reiyu funda un monasterio en que llegó a haber mil quinientos miembros.
[3] Tozan Susho (o Dongshan Shouchu): Recorrió 2.000 km. mientras atravesaba China para encontrar al maestro Ummon.
[2] Isan Reiyu (o Guishan Lingyu): Dejó a su familia a los quince años para hacerse monje. Tras recibir la ordenación, a los veintitrés años parte en peregrinación y se detiene en el monasterio del maestro Hyakujo Ekai, donde permanece veinte años como tenzo, llegando a ser su discípulo principal y sucesor. Hyakujo Ekai le encarga partir al monte Kuei-shan, donde Isan Reiyu funda un monasterio en que llegó a haber mil quinientos miembros.
[3] Tozan Susho (o Dongshan Shouchu): Recorrió 2.000 km. mientras atravesaba China para encontrar al maestro Ummon.
[4] Los seis sabores: Amargo, ácido, dulce, picante, salado, soso.
[5] Las Tres Virtudes: Suavidad-ligereza; limpieza-frescura; cuidado-precisión.
[6] Seppo Gison: Maestro zen; peregrinó como monje hasta
los 50 años por diversos monasterios realizando la función
de tenzo. A los 50 años se estableció llegando a tener un
gran número de discípulos.
[7] Tozan Ryokai: Fundador de la escuela Soto junto a su discípulo
Sozan.
[8] En
el zen no existe antagonismo entre el bien y el mal. Con este gesto él
muestra que la progresión del razonamiento es
inoperante, pero no prueba su despertar, porque volcando el cubo crea
un nuevo antagonismo.
[9] Literalmente "el
búfalo de agua". El búfalo
en los textos zen simboliza la naturaleza de Buda inherente a toda persona.
Es difícil de capturar y aun más de domesticar. Ver :: La
Doma del Buey. Las Diez Etapas del Despertar
[10] Kesa:
Vestido de la libertad. Manto de tela, compuesto de bandas de tela cosidas
entre si. Se lleva sobre el hombro izquierdo y por encima del kimono o del
kolomo durante zazén y en las ceremonias. Simboliza
la transmisión de maestro a discípulo.
[11] Zagu: Antiguamente estera ligera que se ponía en el
suelo para sentarse. Actualmente es una pieza rectangular de tela que se
extiende en el suelo durante las prosternaciones para evitar que el kesa
toque el suelo.
[12] Alusión
a una forma de poesía china de cuatro versos
donde cada verso contenía por orden uno, siete, tres y cinco versos.
[13] Uno
de los epítetos para nombrar al Buda.
[14] Sambo:
Los Tres Tesoros, el Buda, el Dharma y la Sangha, son la base del budismo,
no pudiendo existir vida religiosa búdica sin fe en
los Tres Tesoros. Ver :: "El
Refugio Budista"
[15] Kassan
Zenne: Entró a los cinco años en un monasterio
y fue poco menos que una lumbrera en el terreno intelectual. Tras recibir
la ordenación partió en peregrinaje y tras visitar al maestro
Dogo Enche y siguiendo sus indicaciones partió a la búsqueda
del maestro Sensu Tokujô. Este último vivía como barquero
para huir de las persecuciones antibúdicas y desde hacía unos
treinta años esperaba al discípulo a quien transmitir su sucesión.
Al ver a Kassan y tras conversar con él le lanzó al rio de
un empujón. Este hecho parece ser que "despertó" a
Kassan. Tras esto Sensu le entregó el sello de la transmisión
y tras montar en su barca desapareció en el río.
[16] Taigen Fu: Era el responsable de los monjes en el monasterio
del monte Tai-Yüan y un hombre muy erudito. A una de sus conferencias
asistió de forma inesperada Kassan Zenne, quien tras escucharle durante
un momento se echó a reir a carcajadas y abandonó la sala.
Tras esto Taigen Fu se confesó ante Kassan como un hombre torpe y
sin talento, hecho que Kassan no solo no desmintió sino que corroboró afirmando
que se andaba por las ramas y que hablaba de cosas que no conocía.
Siguiendo las instrucciones de Kassan, Taigen se encierra en su habitación
dispuesto a hacer zazén hasta el fondo de sí mismo. Al amanecer
del día siguiente se "despertó".
FUENTE DEL TEXTO: http://www.librosbudistas.com/descargas/Instrucciones-al-cocinero-de-monasterio-zen.html
DOCUMENTAL SOBRE EL ZEN EN LA COCINA:
"Doris Dörrie acompaña al maestro zen
Edward Brown en sus conferencias y en sus clases de cocina para
comprobar que cocinar, o mejor dicho, saber cómo cocinar, es cuestión de
cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. El filósofo, profesor y
maestro zen nos enseña la sensualidad de hacer pan, la filosofía de los
rábanos y la serenidad de las zanahorias para ofrecernos esta delicia
culinaria que muestra la sabiduría que encierran sus consejos prácticos."
Ver documental completo con subtítulos en español en:
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